¡Conoce la historia del Rey del Hielo y su Idea Millonaria!


 

Idea Millonaria: ¡Aquí en La Habana hace mucho calor! ¿Y si traemos bloques de hielo de Boston para venderlos?

 

Si en algún momento de tu vida se te ha cruzado la idea de emprender, necesitarás de una idea millonaria. La buena noticia es que una buena idea puede llegar en cualquier momento, la inspiración puede encontrarse prácticamente en cualquier lugar y se le puede ocurrir a cualquier persona.


Hay que mantenerse alerta en todo momento, poner atención al entorno y abrir los sentidos ante los diferentes estímulos que nos ofrece lo cotidiano; quizás sea necesario empezar a mirar las cosas con otros ojos. El mundo está lleno de fuentes de inspiración que te ayudarán a iniciar con tu propio negocio.


Actualmente tenemos acceso a conocer múltiples historias que han permitido a personas emprendedoras construir empresas que han alcanzado el éxito. Conozcamos la historia del otrora apodado “Rey del Hielo”: Fredric Tudor.


Eran los inicios del siglo XIX cuando al joven Frederic Tudor se le ocurrió una idea millonaria: “Vender bloques de hielo en lugares con clima caliente”.


Diecisiete años tenía Frederic Tudor cuando su familia lo mandó a La Habana, Cuba para acompañar a su hermano el cual sufría de un dolor de rodilla que lo había dejado prácticamente inválido. Sus padres creían que el clima cálido de la isla ayudaría a mejorar la salud del hermano.  Al observar con atención la considerable diferencia de temperatura ambiente que había entre su natal Boston, Massachusetts y el clima típico del caribe, a Frederic Tudor se le ocurrió la idea de comercializar bloques de hielo que podría transportar desde los Estados Unidos a lugares con clima caliente similares a La Habana. Recordemos que en ese entonces, aún no estaba disponible la tecnología para fabricar hielo.

 

Desde pequeño, Frederic admiraba el agua helada, no sólo por su estética sino también por su peculiaridad de mantener las cosas congeladas. En su natal Boston, la mayoría de la gente había desarrollado la habilidad de almacenar bloques de hielo de hasta 90 kilos que obtenían de lagos congelados para refrescar sus bebidas, hacer helados y enfriar el agua para bañarse en los días calurosos del verano. El joven Tudor pensaba que, al vender bloques de hielo, podía ofrecer los beneficios del agua congelada a las personas que aún no lo conocían.


Cuando el joven Tudor compartió su idea de emprendimiento ante su familia, las opiniones no se hicieron esperar: algunos lo tildaron de loco, otros argumentaban que su idea era un disparate y que no iba a funcionar, algunos mas le sugirieron que se dedicara a otra cosa; pero ni la peor de las opiniones logró que Frederic desistiera para hacer frente al desafío.

 

Animado por su espíritu emprendedor, invirtió todos sus ahorros para comprar un barco llamado “Favorito” en el cual embarcó 80 toneladas de bloques de hielo para partir de Boston con destino al Caribe, específicamente a Martinica. Si bien el reto de mantener congelados los bloques de hielo durante el trayecto habían sido superados, al llegar a Martinica, Frederic Tudor se enfrentó con una situación por demás complicada e inesperada:  Lo que él creía que iba a ser aceptado animosamente por su mercado meta, resultó en que su producto no causó el mínimo interés entre las personas de la isla. Los habitantes simplemente no tenían idea de lo que podían hacer con el hielo pues nunca antes habían tenido acceso a el. El resultado: Cero ventas al inicio del emprendimiento.

 

La lección había sido contundente, las novedades no necesariamente causan el impacto deseado en los demás. La innovación que Tudor pensaba sería un punto a su favor, no causó mas que una apática indiferencia. Las propiedades mágicas del hielo no representaron un valor percibido por los habitantes del lugar. Ante la nula demanda de su producto, Frederic se enfrentó con el problema de que sus bloques de hielo podían comenzar a derretirse debido al clima de lugar. Por lo que necesitaba urgentemente de un lugar con condiciones apropiadas para mantener una temperatura tal, que su hielo pudiera mantenerse para su posterior comercialización. Ante la desesperación se le ocurrió hacer algo de helado para dárselo a probar a algunas personas, muchas quedaron impresionadas, pero ni aún así se obtuvo el resultado esperado. Se estima que es su primer viaje, Frederic Tudor perdió alrededor de cuatro mil dólares, cifra nada despreciable para esa época.

 

A pesar de todo, Frederic Tudor insistió en su idea de negocio. Se aventuró con viajes adicionales que tampoco tuvieron éxito. La situación económica de Frederic empezó a verse comprometida y una serie de naufragios y embargos lo llevaron a pisar la cárcel en 1813. Sin embargo, a pesar de las situaciones adversas, Frederic seguía pensando que su idea podía funcionar. Libre nuevamente, Tudor se enfocó en pensar alternativas para que su negocio se pusiera en marcha. Solucionó problemas logísticos para hacer más eficiente el transporte del hielo, echó mano de tecnología para mantener los bloques de hielo congelados por más tiempo y arregló condiciones de almacenamiento en los lugares donde pretendía comercializar los bloques. Poco a poco las personas empezaron a familiarizarse con las bondades del hielo hasta alcanzar una demanda que permitía por fin, tener un negocio rentable. Tuvieron que pasar quince años desde el primer intento de Frederic, para finalmente generar un comercio de bloques de hielo que le permitía generar atractivas utilidades.

 

Una vez dominado el modelo de negocio, Tudor se empeñó en hacer crecer su empresa. En la década de 1820 ya comercializaba hielo por varios países de América del Sur y en la década de 1830, sus barcos surtían hielo a Rio de Janeiro, Brasil y a Bombay en La India. Se estima que al morir en 1864, Frederic Tudor “El Rey del Hielo”, había logrado amasar una fortuna de varios millones de dólares.

 

Esta maravillosa historia de emprendimiento, nos enseña que no es suficiente con tener una buena idea. Hay que hacer lo necesario para que dicha idea se haga realidad en la medida que se toma acción, se mantiene el enfoque y se sortean los obstáculos que se van presentando. A pesar de lo innovadora que pueda resultar una idea, no necesariamente el arranque en los negocios es algo sencillo, los clientes pudieran no llegar a comprar de manera automática y es posible que nos tengamos que enfrentar a desafíos que no habían sido considerados desde el inicio.


Si tienes el convencimiento de que tu idea de negocio es realmente buena, entonces: ¡Manos a la obra! ¿Qué es lo peor que podría pasar?

 

Escrito por: Ignacio Ortiz | Socio Fundador PEP LATAM |Coach de Negocios ActionCOACH | Director General Deskoti Coachsulting México.

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Referencia: Libro: "How we got to now: Six innovations that made the modern", Steven Johnson.


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